Hay principalmente dos Tipos de Testamento:

Testamento ológrafo: es un documento realizado por el interesado de su puño y letra, debiendo constar el año, mes y día en que se realiza.
Este tipo de testamento no se recomienda pues cualquier defecto dará lugar a su nulidad, siendo frecuente la discusión sobre la capacidad del testador a la hora de su elaboración, teniendo los herederos que seguir un complejo y caro procedimiento para hacerlo valer (protocolizar), existiendo además la posibilidad de su destrucción o pérdida al no haber registro público de su realización.

Testamento abierto notarial: consiste en acudir al notario y manifestar como desea el reparto de sus bienes (con los límites legales) una vez fallecido.
Se conserva por el notario, entregando una copia al testador.
Los familiares solo podrán saber del mismo si el interesado se lo manifiesta, o una vez fallecido acudiendo con un certificado de defunción al Registro General de últimas voluntades, habiendo un total secreto y confidencialidad respecto de su existencia y contenido mientras tanto.

El testamento es revocable en cualquier momento y se pueden realizar cuantos sean necesarios, prevaleciendo siempre el último que se hubiese hecho.

El notario cuando la persona que quiere testar comparece ante él, hace un juicio de valor sobre su capacidad, es decir si considera que no esta capacitado por tener sus facultades mentales mermadas, se negará a dicho trámite.

En caso contrario se presume que es el testador lo hace con plena conciencia, aunque esa presunción puede ser destruida por prueba en contrario y en caso de ser necesario se puede acudir a los tribunales solicitando impugnar un testamento por considerar que el mismo se ha realizado sin tener capacidad o voluntad para ello.

De quedar dicho testamento sin efecto tendría valor el anterior y de no haberlo se abriría lo que llamamos una sucesión intestada.